El interior siempre es un fantasma para el habitante urbano que decide recorrer el pais.
Herman Brienza admite que la mirada del cronista no es la del que se queda, sino la del que está de paso, sin em- bargo la curiosidad antropológica y la pericia periodistica que desarrolla en cada uno de sus textos dejan al lector lejos de la liviandad del turista. En el campo bosquejado por Brienza está la desigualdad, la desolación y el olvido, pero también están las histo- nas de la gente, flores que brillan entre las espinas como geras en la oscuridad.
